jueves, 8 de agosto de 2013

Un propuesta de tipologia y perspectiva de desarrollo

La Educación para el Desarrollo cuenta ya con algo más de cuatro décadas de historia. Su
nacimiento en nuestro país está estrechamente ligado al de la cooperación al desarrollo,
especialmente a la cooperación no gubernamental. A lo largo de este período, se han producido
cambios en el concepto y las prácticas de la Educación para el Desarrollo, pasando de una
visión asistencialista y eurocéntrica donde los actores del Sur eran considerados como “los
pobres” a los que hay que ayudar desde el Norte, a una propuesta educativa que sitúa al mismo
nivel a todos los actores del desarrollo y que pretende cimentar una conciencia global que
promueva el respeto de los derechos humanos en todo el planeta, lo que se conoce como
ciudadanía cosmopolita.
Sin embargo, pese a este importante cambio de enfoque, la Educación para el Desarrollo ha sido
y sigue siendo una actividad secundaria para muchas entidades activas en el campo de la
cooperación internacional, que prefieren priorizar el trabajo con otros instrumentos tales como los
proyectos y programas de desarrollo.
Pero este rol secundario que le otorgan los actores del desarrollo no se corresponde con los
diagnósticos de los fracasos de la cooperación al desarrollo. Se ha puesto de manifiesto en los
cincuenta años de funcionamiento del sistema de cooperación internacional que es imposible
acometer acciones que propicien el desarrollo de los pueblos sin un cambio previo de actitudes y
valores que garanticen la consolidación y sostenibilidad de dichas actuaciones.
Por ello, creemos que la Educación para el Desarrollo debe entenderse como una estrategia
esencial para contribuir a la toma de conciencia de la responsabilidad compartida de los pueblos
del Norte y del Sur en la puesta en marcha de un proceso de desarrollo humano y sustentable.
Para ello, es imprescindible un cambio en las políticas y modelos de desarrollo de los países del
llamado primer mundo que implica a las instituciones públicas, a las privadas y, en definitiva, a
toda la ciudadanía.

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